<<En este mismo instante cientos de Sunnys (uno de los traficantes del libro) están haciendo cruzar las fronteras a miles de Susys (prostituta obligada a ejercer hasta el infinito que el autor conoce a lo largo de su investigación) que enfermarán o morirán por el camino.
las más afortunadas sobrevivirán a las pateras, a los autobuses o a los aviones, para ser violadas y humilladas en un campo de refugiados de Ceuta o de Albania, o en cualquiera de los países de tránsito como Turquía o Argelia. al final, después de un viaje siniestro, acabarán exhibiendo sus carnes en la Casa de Campo de Madrid, en el Grao de Valencia, o en cualquiera de los burdeles de ANELA, para el goce y disfrute de los honrados y respetables ciudadanos europeos.
Ellos, nosotros, somos el último eslabón de la cadena y los verdaderos responsable de la demanda que genera la oferta. Sin nosotros no existirían las mafias del tráfico de mujeres ni tampoco las respetables anelas. A pesar de ser, de alguna manera, cómplices e inductores del delito nunca seremos procesados judicialmente.
Sin embargo, quiero pensar que, algún día, nuestras propias conciencias serán el jurado, el juez y el verdugo que ejecute la sentencia.
El veredicto, obviamente "culpables".>>
(Antonio Salas, 2004).
Sin embargo, quiero pensar que, algún día, nuestras propias conciencias serán el jurado, el juez y el verdugo que ejecute la sentencia.
El veredicto, obviamente "culpables".>>
(Antonio Salas, 2004).

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